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El criterio y la originalidad: las mejores herramientas para la innovación

Lo valioso de las tendencias es ser el que las inicia. Quienes las siguen, por el contrario, corren el

riesgo de caer en lugares comunes. Y ser ¨común¨; no es, precisamente, el objetivo principal de

ninguna empresa (o, al menos, no debería ser).


La creatividad es la base de la innovación. La innovación es la base del desarrollo. Ambas parten de

la idea de conseguir resultados diferentes a través de la combinación, el cambio y la

transformación de realidades existentes. Pero, si todas las empresas trabajan por ser diferentes

intentando imitar a los que marcan la diferencia es probable que todos los resultados sean iguales

(y ser ¨igual¨; no debería ser, precisamente, el objetivo principal de ninguna empresa).

Una idea o una metodología se convierten en tendencia por ser efectivas para un propósito

determinado. Pero, ni todas las tendencias funcionan para todos, ni los fracasos de algunos son,

necesariamente, los fracasos de todos.


Entonces ¿cómo ser realmente diferente e innovador? A través del criterio y la originalidad. La

originalidad para ser capaz de imaginar ideas tan diferentes que sean realmente únicas, y criterio

para saber cuáles son viables y cuáles vale la pena llevar a cabo.

Pero, también, criterio para analizar las tendencias, entender las ideas que han sido efectivas y

aprender de los errores de los que ya lo intentaron; y originalidad para recoger toda esa

información y construir un camino propio.

Una idea o una metodología se considera efectiva porque sus resultados se han probado a través

de la experiencia de quienes la utilizan. Pero la experiencia puede llegar a convertirse en enemiga

de la creatividad y la innovación ya que puede crear sesgos en el pensamiento y la generación de

nuevas ideas.


La experiencia supone tener un conocimiento específico como consecuencia de un ejercicio

reiterado. La innovación y la creatividad plantean precisamente todo lo contrario: transformación

y cambio constante. Si una empresa parte de la experiencia para innovar, puede estar dejando de

lado elementos “nuevos” que dan resultados más innovadores ¡Hay que darles espacio a las

mentes “frescas”!


En conclusión: nadie tiene la razón y todos pueden tenerla. Todo depende del resultado que se

persiga y del criterio de quienes hacen parte del proceso de innovación. Pero, lo que sí es cierto, y

lo demuestra la historia, es que quienes inician las tendencias y desarrollan las mejores

tecnologías son, y han sido, quienes son capaces de construir sus propios caminos, de saber que

siempre puede haber una forma diferente de hacer las cosas y quienes se arriesgan a hacerlas

realidad. Aunque eso signifique ir en contra de la corriente.


Un proceso de innovación no debería hacerse repitiendo lo que otros ya hicieron para conseguir

sus mismos resultados. Por el contrario, debería consistir en aprender de lo que otros ya hicieron -

bien y mal- para hacerlo mejor que ellos. Es así como el estudiante supera al maestro.


Aunque claro, muchas veces ser líder o ser seguidor es una elección, tal vez, una estrategia, pero,

en cualquiera de los casos, siempre debe haber, como mínimo, criterio, para tomar la mejor

decisión; y una pizca de originalidad para marcar la diferencia. De lo contrario, sería imitación, y la

imitación no aporta valor.








Beatriz Carreño

Pionera en el desarrollo de la creatividad aterrizada

Fundadora y Directora general de Newvity

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